miércoles, 28 de abril de 2010

El problema es el capitalismo (Editorial de Nuestra Propuesta del 29/04/10)

Los habituales comunicadores del sistema hablan de simientes de anarquía y grietas de corrupción y se explayan acerca de los negociados reales y supuestos que promueve el gobierno nacional para su enriquecimiento ilegal.

Esta cuestión de la corrupción, completamente condenable, sin embargo no es propia solamente de este gobierno y sus colaboradores, sino que sigue como la sombra al cuerpo a los distintos gobiernos, tanto los que postulan el capitalismo, como a los que aspiran a superarlo, porque está originada en la esencia del capitalismo, la ganancia como ley y la explotación del trabajo. Aun en medio de transformaciones antineoliberales o anticapitalistas directamente se encuentran fenómenos de corrupción como expresión de rémoras culturales del capitalismo.

Bien hace Evo Morales, en la Cumbre de los pueblos por él convocada, en señalar la extraordinaria concentración de las riquezas y la injusticia que conlleva.
Por esa razón, junto a las plañideras denuncias de negociados y coimas, los medios masivos plantean que el actual ciclo gubernamental en la Argentina está agotado y solo es posible manejarlo sin escrúpulos, cosa que harían los Kirchner y que, al consumirse su ciclo, no pudo hacer De la Rúa, por ser respetuoso y tímido (habría que ver quién es el inescrupuloso). Y siguiendo el razonamiento de los ciclos políticos que irreversiblemente se acaban, porque “la gente se cansa”, les sobreviene la preocupación por la irreflexiva dispersión de los opositores que le abriría camino descabelladamente a Néstor Kirchner en las elecciones de 2011. Pero esto es materia de “opositores”, tal como se autodenominan Pino Solanas y otros, en alineamientos de perfiles enrarecidos.

De lo que se trata es de advertir las dificultades de creación de una alternativa popular, democrática, de izquierda, anticapitalista, debidas a la fragmentación social, a la fragmentación entre lo social y lo político, que impiden crear una relación de fuerzas favorable a este objetivo, unificando las luchas en lo político.

Esta cuestión es de suma importancia porque el proceso político actual en la región reclama fuertemente su radicalización para poder confrontar con los embates del imperialismo en pos de recuperar su hegemonía.

Esto nos plantea un plan de acción consistente, en primer lugar, en enfrentar al enemigo principal, el imperialismo y las oligarquías locales, en enfrentar las vacilaciones y reticencias del gobierno en extremar la distribución de la riqueza, en la intensificación de una política autónoma de construcción de una fuerza de izquierda y en desplegar con insistencia la solidaridad con los procesos liberadores en la región, en particular con Cuba, acosada e insumisa como siempre.

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